miércoles, 29 de septiembre de 2010

Dijo Ernesto...

"... aunque lo exiguo de nuestras personalidades nos impide ser voceros de su causa, creemos, y después de este viaje más firmemente que antes, que la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia.
“Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas. Por eso, tratando de quitarme toda carga de provincionalismo exiguo, brindo por Perú y por toda América unida”.

martes, 21 de septiembre de 2010

Yo, yo, yo...

Antes de contar lo que vengo pensando, voy a usar algunas situaciones de ejemplo para plantear mi punto.
Situación 1:
- Amigo A: y qué pasó?
- Amigo B: corté
- Amigo A: uh, en serio? por qué?
- Amigo B: nada, no daba para más.
- Amigo A; ah. A mí me pasó lo mismo te acordás. Sabés qué hice?...

Situación 2:
- Z: cómo te fue en el exámen?
- X: no sé, estaba difícil.
- Z: sí viste. Yo la primera la contesté...

Situación 3:
- A: estás laburando?
- B: no, no encontré nada.
- A: ah no? Que bajón. El año pasado yo estaba en la misma...

Buah. Se entiende a dónde voy?
A ver: es algo propio del argentino o es de tooodo el mundo esto de querer siempre contar lo que le pasa a uno?

Hace tiempo que me lo vengo planteando y la verdad que logra irritarme. Puse esos ejemplos bastante pedorros nada más que para ilustrar.

Es increíble. Pareciera que a veces preguntamos para que nos pregunten. Ojo, de esto no se salva nadie, ni quien les habla/escrible.
Lo que sí puedo decir es que me volví consciente. Es algo que se puede trabjar. Es impresionante cuando te das cuenta que le preguntaste algo a alguien y sin que haya terminado su respuesta lo interrumpiste para dar tu experiencia al respecto.

Esto pasa desde en una charla cotidiana, de café, de tren, hasta en grandes debates entre políticos e intelectuales. Escuchamos pensando en cuál será nuestra respuesta. Preguntamos sin interés real. Pareciera que el fin último de cada conversación es que el otro sepa de mí, de mi historia, de mi testimonio.

Tarea para el hogar: prestá atención cuántas veces hablás (o terminás hablando) de vos sin que te lo pregunten. Tratá de reconocer cada vez que, luego de que la otra persona diga algo, tu respuesta comienza con un "Yo" o "a mí"...

Escuchemos. Podemos aprender mucho si dejamos de mirarnos el ombligo.

domingo, 19 de septiembre de 2010